Tuesday, November 1, 2011

Sombrero de Paja


Para ese momento, habíase ya habituado al encierro. No era culpa ni decisión suya. Tampoco lo era de alguien más. Incluso podía decirse que no era de nadie. Simplemente, el niño hallábase encerrado en aquella enclaustrada habitación desde que tenía memoria.

No se hallaba a oscuras, o al menos no todo el tiempo. Durante el día la luz del sol inundaba el recinto a través de los altos huecos en la pared oriente que hacían las veces de ventanas permanentemente abiertas. Podía llegar a ser algo molesto, ya que en esas horas de ininterrumpida iluminación no había mucho lugar dónde esconderse del sol sin que éste le achicharrara la piel. Durante la noche, la habitación encontrábase abandonada de toda iluminación, aunque no de toda calidez.

El niño había visto el exterior algunas veces, cuando lograba apilar algunas cajas y objetos grandes que encontraba a su alrededor bajo una ventana. Subíase a ellos, y contemplaba el panorama: amplios pastizales tan verdes que los tenía que encarar con los ojos entrecerrados. Animales de todo tipo, arrancando algunos vegetales y corriendo de un lado a otro con vivacidad. El cielo antojábasele de un color perfecto, casi celestial. Sin embargo, todo ese encanto terminábase al atardecer, cuando veíase obligado a descender y acomodar cada cosa en su lugar.

Eventualmente pasaban algunas personas por la ventana, pero debido a su altura, lo único que el niño alcanzaba a ver desde el interior eran los sombreros de la gente. Le causaba gran curiosidad el ver pasar esos sombreros de paja de colores tan parecidos pero tan distintos a la vez. Había soñado ya varias veces con un sombrero de paja. Uno propio. Pero dentro de la habitación no había ninguno y él nunca había salido al exterior.

Tiempo atrás, el niño había descubierto una puerta, grande y pesada. La madera hallábase algo desgastada, incluso habían pequeños surcos en ella. Sin embargo, nunca se le había ocurrido abrirla, no encontraba necesidad de hacerlo. Gracias al abundante sol y la humedad del lugar, crecían unas plantas de fruta en el interior del lugar, dándole alimento y sustento al niño.

En una ocasión, una ráfaga de aire entró por la ventana, despertando al niño. Éste, sin inmutarse, trató de volver a dormir. Fue entonces cuando una ráfaga de aire aún más veloz siguió a la primera. Un ruido como de algo ligero al aire fue incrementando de volumen hasta detenerse en una de las paredes: en la pared de la puerta. Al parecer, ese algo habíase atorado en la puerta, y luchaba por librarse de ella. El niño sintió una corazonada al respecto, y fue entonces cuando se le ocurrió halar de la manija de la puerta para abrirla. Al principio, la asió con inseguridad, pues nunca lo había hecho. Al tocarla y sentir su fría temperatura, la retiró apresuradamente. Mientras tanto, ese algo aleteaba al otro lado de ella. Armose de valor y tiró de la puerta. Impulsado por el aire, aquel objeto que había estado haciendo ruido estrellose a toda velocidad contra las rodillas del niño, llamando su atención. El viento dejó de fluir por el lugar con tanta rapidez, y dejó que el niño tomara aquel objeto que había llegado hasta sus manos de una manera tan inesperada.

De inmediato supo que lo que tenía entre los dedos era un sombrero. Un sombrero de paja. Éste le había enseñado el camino al niño hacia cómo abrir la puerta y librarse de sus cadenas. Entonces levantó la vista hacia el exterior, hacia un campo que nunca en su vida había visto y se colocó el sombrero en la cabeza. Sonrió al cielo mientras una lágrima atravesaba su rostro. Respiró profundamente antes de su siguiente movimiento y retuvo el aire en sus pulmones lo más que pudo. Finalmente, cerró la puerta y fue a sentarse en una caja justo en frente de una ventana, donde el sol entraba con más fuerza. Por eso había llegado el sombrero a su puerta: para taparle el sol de la cara por las mañanas.

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