Monday, September 26, 2011

Topando con pared

Es curioso darse cuenta que hay momentos en la vida en que uno ya no puede más, que desea separarse de su vida terrenal y trascender al más allá por siempre, con miras a poder descansar al fin de todo aquello que te molesta. Pero también es curioso darse cuenta de que uno no intenta tales cosas porque en el fondo, muy en el fondo está contento con su vida. Con sus amigos, con su familia e incluso con sus problemas.

En mi caso, acabo de topar con pared hace poco. (Y muy duro, cabe mencionar). Ocurre que llegó un punto en que quería tomar mis cosas, arrojarlas desde el piso más alto en mi escuela y salir corriendo de ahí (probablemente tomar el coche de mi hermano e irme lo más lejos que se me ocurriera). No me considero mala estudiante ni con dificultades de aprendizaje. Tampoco me refiero a que tenga una gran economía de energía (con esto último me refiero a la denominada "flojera"). Y mucho menos a que tengo límites. Simple y sencillamente me refiero a que llegué al borde de la histeria. A mi punto de ebullición. A esa sensación en la que te identificas completamente con un frasco sellado, y que de alguna manera está recibiendo contenido a una velocidad impresionante hasta que la presión interna te hace estallar. ¿Acaso lo has sentido? Probablemente sí. En lo personal, se debe a la excesiva carga de estrés. Que si tengo que hacer cinco tareas para mañana, estudiar para tres quizes y comenzar los proyectos parciales de cada materia; o que si tengo que ir a entrenar más seguido para rendir mejor en la próxima competencia; o que si el teclado que hay en mi sala me llama a gritos para tocar esa única canción que sé tocar a la perfección... En fin, una infinidad de cosas extras a esa vida diaria: clases de alemán -hay que repasar para no olvidar lo aprendido-, clases de canto -a cuidarse la garganta y comer menos chocolate OUCH-, entrenamientos para la Olimpiada de Biología, leer por gusto personal, ayudar con los quehaceres de la casa... Todo ello que recae sobre mi pequeña persona, mis ahora extenuados hombros. Pero también sobre mi voluntad inquebrantable. Es cierto que pasé por largos momentos de angustia mientras trataba de sortear todo esto, pero estoy convencida de que todo ello es por mi bien, por mi felicidad y por mi superación personal.

Yo creo que todo lo que hacemos deberíamos de hacerlo por convicción propia. No porque "mi mamá me metió a clases de fútbol para que no ande echando mosca en la casa", o porque "no tengo nada mejor que hacer y mejor perder el tiempo aquí que en mi casa". El hacer las cosas por convicción propia nos brindará la satisfacción necesaria para vencer toda esa pesadez que nos da el cumplir con ciertas tareas, para vencer esos miedos que todos pasamos alguna vez y para soportar esos desgastes físicos en el entrenamiento de tu deporte favorito. 

Entonces, ¿qué esperas? 

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